Resiliencia

¿Resiliencia? – II

Dr. José Abad – Las situaciones adversas pueden ser muy variadas. No es lo mismo un trauma puntual y brutal, como la muerte de una persona allegada, afectiva y cognitivamente imprescindible; que un trauma continuado y repetido de abusos sexuales; una limitación física permanente o un trauma colectivo como la guerra, la pobreza, una epidemia… etc.

Cualquier persona suele intentar, espontáneamente, superar una situación difícil que no tiene porqué ser dramática. Busca una solución válida en una situación concreta, y trata de que el “precio” no sea excesivo.

El escritor italiano de origen sefardí, Primo Levi, en su libro ‘Si esto es un hombre’ nos relata su experiencia en el campo de concentración de Auschwitz, durante la segunda guerra mundial afirmando que: “los medios que supimos imaginar y aplicar para sobrevivir son tantos como caracteres humanos hay”.

La respuesta psíquica a un trauma pues, es imprevisible y su elaboración dependerá de cada individuo. Inevitablemente conlleva un daño, una privación, un perjuicio. Bien es verdad que cada cultura crea sus metáforas y mitos de resistencia, expresados en una ética y un ideal que se inscriben en cada uno de nosotros como ideas y creencias (Ortega).

 

¿Qué te han hecho? ¿Por qué? ¿Qué harás con lo que te han hecho?

Además, un mismo acontecimiento es vivido por la misma persona de manera diferente en épocas distintas de su vida. No olvidemos que el ser humano es un cúmulo de contradicciones. Es adversidad, trauma pero también fortaleza.

 

Pero, ¿qué precio tiene la supervivencia?

Es fundamental interpretar los hechos observados: a veces la resiliencia se ve simplemente como la negación del trauma y una ausencia de reacciones negativas por no ser muy evidentes o por insuficiencia de seguimiento – o una simple resistencia sin reconstrucción. Los daños no se pueden ver en el momento de constatar el trauma. Hay que observar su evolución. No somos una estadística.

Otras veces, el humano simplemente se hunde debido a un trauma que supera su capacidad de resistencia; se embota en una vida sin historia y puede desviarse hacia una intolerante arrogancia y un profundo resentimiento. De una realidad traumática no se sale indemne por muy reconstruidos que nos creamos.

 

No todo es previsible y no somos inmunes a la enfermedad y a la desgracia

Ante el individuo, sus carencias y necesidades se han dado diversas teorías o versiones. Por un lado se dice que la sociedad es la que está enferma y enferma a los individuos y, por otro, es el ser humano el que tiene dificultades.

Por último, la denominada psicología positiva trata de comprender las características positivas que conforman a las personas. Es el conocido sesgo de ver la botella media llena o medio vacía. A unos se les dice que son observadores optimistas; a los otros se les acusa de pesimismo feroz. Y todos queremos ser optimistas, jóvenes, guapos, espectacularmente sanos, inteligentes, de noble familia y exquisitos en el trato. Vana ilusión. De tanto mirar la botella, muchas veces la rompemos.

Las teorías tratan de dar cuenta del ser humano, pero debemos ser críticos con ellas. También tienen carencias y desafinan. No cabe duda que solucionar los problemas y no derrumbarse al primer intento es muy loable, pero debemos estar especialmente atentos a los usos que se hacen de ellas: de cómo se puede estar medicalizando, psicologizando la lucha por la vida. Y, por otro lado, se nos puede estar obligando firmemente a ser encantadoramente positivos y felices como la única realidad posible, dando lugar a que uno viva frustrado y agonice por lo que sufre y por no tener las fuerzas y voluntad suficiente para superar las adversidades o las circunstancias que los generan.

 

A veces se ve como resiliencia lo que simplemente es la negación del trauma

En definitiva, hemos puesto nombre a lo que siempre hemos sabido y vivido. Entonces ¿los mismos perros con distintos collares? Probablemente. A la capacidad de superar obstáculos lo llamamos resiliencia. Es decir, lo que no te mata te hace más fuerte (Nietzsche).

 

No son los hechos los que hacen sufrir, son su interpretación, cómo los vivimos

Afortunadamente, y por fuera de tantas palabras y conceptos, el ser humano sobrevive, vive, incluso se plantea que no basta con vivir; trata de disminuir el autoengaño y el engaño del que te ofrece un optimismo vacuo. Decir que “saldremos mejores” o “saldremos más fuertes” es obsceno.

No todo es previsible y no somos inmunes a la enfermedad y a la desgracia. No cabe la sorpresa. Podemos horrorizarnos, pero no sorprendernos. Vivir deja cicatrices. Los secretos de la felicidad y la buena vida siguen sin aparecer. Pero, así y todo, con incesantes guerras, desastres y epidemias, no se ha impedido la llegada del renacimiento, la ilustración, la revolución industrial o la democracia liberal.

Laín Entralgo nos decía que el ser humano es un ser enigmático y se pasó toda la vida tratando denodadamente de encontrar insuficientes pero claras y razonables respuestas. Pues eso.