Hígado graso: qué es y cómo manejarlo

El hígado graso, también conocido como enfermedad hepática metabólica o enfermedad hepática no alcohólica (EHGNA) es la causa más frecuente de enfermedad hepática crónica a nivel mundial. Se considera la “pandemia silenciosa”, y en la actualidad afecta a una cuarta parte de la población española, aumentando su incidencia tanto en la edad adulta como en la infancia.

Esta patología consiste en el depósito excesivo de grasa en la célula hepática, situación que, si no se controla, puede evolucionar a diferentes grados de fibrosis, cirrosis y carcinoma hepatocelular.

El hígado graso está asociado a factores como la obesidad o al llamado “síndrome metabólico” (alteraciones del metabolismo como las relacionadas con los azúcares, la diabetes, la dislipemia…), que en algunos casos puede tener una predisposición genética.

Es sabido que el consumo excesivo de alcohol puede hacer enfermar al hígado, pero ciertos hábitos como la ingesta de comida “basura” y el sedentarismo también pueden ser muy dañinos.

Diagnóstico del hígado graso

El diagnóstico de esta condición a veces es difícil, ya que la esteatosis hepática simple no tiene por qué dar ningún síntoma, lo cual es clave para detectarlo de forma precoz y frenar su evolución hacia cirrosis. Por ello, es aconsejable:

    1. Hacer anualmente un análisis de sangre, algo básico que está al alcance de su médico de familia. Conviene realizarse un hemograma del que se pueden extraer factores como la coagulación, así como la bioquímica con perfil lipídico y de azúcares, y determinar los niveles de transaminasas en el cuerpo. Para estos parámetros existen diferentes índices no invasivos y muy fáciles de realizar en consulta como el FIB-4 Score, que determina el riesgo o grado de esteatosis y fibrosis.
    2. Hacer una ecografía abdominal, una técnica sencilla y no invasiva que utiliza ultrasonidos para valorar la ecogenicidad del parénquima hepático. De esta manera, lo clasifica según diferentes grados de esteatosis. También puede detectar alteraciones en la forma del hígado, en relación con grados de fibrosis más avanzados, como la cirrosis hepática.
    3. En algunos casos también puede ser conveniente la realización de otras técnicas no invasivas, como la elastografía hepática de transición (Fibroscan), que consiste en medir con una sonda la velocidad de transmisión de ondas a través del tejido hepático, midiendo así el grado de fibrosis o dureza del hígado.
    4. En ocasiones puede ser necesario realizar una biopsia hepática, que consiste en la extracción de una pequeña muestra de hígado con una aguja fina guiada por ecografía. Esta técnica, aunque no siempre es necesaria, nos ayuda a valorar casos que no evolucionan bien con el tratamiento.

¿Cuál es el tratamiento del hígado graso?

En primer lugar, es esencial incorporar cambios en nuestro estilo de vida, como seguir unas pautas dietéticas basadas en la dieta mediterránea o adoptar planes individualizados diseñados por un nutricionista, que nos permitan alcanzar nuestro peso ideal y a la vez cuidar la salud de nuestro hígado.

Se debe disminuir el consumo de sustancias potencialmente tóxicas para el hígado como el alcohol, así como la medicación que no este prescrita por un médico, el abuso de antinflamatorios, algunos productos de herbolario, etc.

Diversos estudios demuestran que, tanto el ejercicio de resistencia como el aeróbico, disminuyen los niveles de transaminasas indicadores de daño hepático. El ejercicio físico, además, promueve la oxidación de los ácidos grasos y reduce la inflamación hepática, por lo que es muy beneficioso ya que mejora la función hepática. Cuando no es posible realizar este tipo de ejercicio se recomienda caminar al menos 5 días a la semana, aunque si es a diario mejor.

El tratamiento con fármacos tanto para perder peso como para ciertos casos de enfermedad hepática metabólica debe valorarse de forma individual y siempre bajo prescripción médica.

También existen diversas técnicas endoscópicas que fundamentalmente inciden en la pérdida de peso y el control metabólico, como la inserción de un balón intragástrico. Estas técnicas se pueden combinar con fármacos siempre que se indique por profesionales cualificados. Estas pautas, con un estricto seguimiento individual de cada paciente, pueden dar buenos resultados, complementando así a la dieta y al ejercicio físico.

Por último, también existe la opción de la cirugía bariátrica con técnicas laparoscópicas cada vez menos agresivas, como el mini by-pass gástrico en los casos más severos.

En cualquier caso, lo mejor es la prevención. Para esto, sociedades científicas como la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH) o la Fundación Española del Aparato Digestivo (FEAD) entre otras, han lanzado campañas activas de concienciación dirigidas a la población con las que dan a conocer esta enfermedad “silente” y las medidas para detectarla y frenarla, o incluso revertirla a tiempo.

Recuerda:

  • El hígado graso es una enfermedad que implica la acumulación excesiva de grasa en la célula hepática, relacionada con factores como la obesidad o el síndrome metabólico.
  • Se trata de una patología en ocasiones asintomática que afecta al 25% de la población en España.
  • El diagnóstico precoz de la enfermedad es vital y su tratamiento se suele centrar en la mejora en los hábitos de vida del paciente.